
A partir de los 6 meses, y luego de ser lactantes en exclusiva, los bebés comienzan sus experiencias con otros alimentos. El comienzo de la alimentación complementaria (AC) puede resultar estresante para los padres, sobre todo el “cómo” y el “cuándo” dar alimentos sólidos a su bebé. La mayoría de los bebés en ese momento tienen mucha curiosidad, y de hecho es esencial para comenzar con la AC, que los propios bebés quieran hacerlo. Es sabido que la AC no comienza por requerimientos nutricionales urgentes, ya que la leche materna cubre dichos requerimientos sino para incorporar al niño al mundo de los alimentos (la excepción es, en algunos casos, del hierro y en el caso de que la alimentación sea a través de leche de fórmula). Socialmente, la AC se comienza para incluir al bebé en la mesa familiar, y física y psicológicamente, para introducirlo al disfrute de los alimentos. El fin último será que muchos meses más tarde, el niño sea feliz comiendo, disfrute de una dieta equilibrada nutricionalmente y que encaje en las costumbres de su familia y su cultura.
Lo ideal sería que el comienzo de la AC se hiciera de tal modo que el niño desarrollara preferencias por alimentos saludables y variados, ya que dichas preferencias en la edad adulta dependerán muchísimo de la primera infancia. Durante la transición desde la LME a la alimentación familiar, suelen ofrecerse frutas, vegetales, alimentos de alto contenido en almidón y basados en cereales (como pan, patatas, pastas, arroz, etc.), carnes, pescado, huevos y derivados lácteos, y esto se hace de modos muy diferentes en diferentes países y dependiendo de la cultura, no hay una aproximación armonizada, ya que no hay una “verdad absoluta” ni existe un orden o combinación “correcta”.
Pero sí hay estudios científicos que establecen que el modo en que se haga esta transición influirá mucho en las preferencias posteriores del niño y determinará el comportamiento frente a los alimentos, incluso en la edad adulta. En particular, se sabe que los dos primeros años de vida son esenciales en el desarrollo de unos hábitos alimenticios saludables en la vida adulta.
Las variables que influirán son cuándo se da comienzo de la AC, qué se ofrece al bebé (en cuanto a composición nutricional y a características sensoriales de los alimentos) y cómo se ofrece.
Cuándo ofrecer
La OMS recomienda no antes de los 6 meses pero es importante que tampoco se retrase demasiado, sobre todo la introducción de diferentes texturas, ya que podría acarrear problemas de masticación posteriores (lo recomendable es no después de los 10 meses).
Qué ofrecer
Ofrecer al bebé alimentos equilibrados nutricionalmente, pero además, cuidando el contenido de ciertos ingredientes que pueden tener un efecto negativo para la salud a mediano plazo, pero también influencian el desarrollo de las preferencias, como pueden ser la sal y el azúcar. El exceso de sal se une a enfermedades como la hipertensión; la exposición frecuente al azúcar se ha relacionado con una prevalencia de obesidad en el niño, pero también podría causar potencialmente una falta de micronutrientes a corto plazo (vitaminas y minerales), ya que el bebé se saciará rápidamente y comerá menos alimentos que contengan estos nutrientes.
Otro parámetro importante son las características sensoriales del alimento como el sabor o la textura. Se sabe que de manera innata todos los bebés prefieren el sabor dulce, ya que en la naturaleza éste significa “alimento de alta densidad calórica” y por supervivencia, estamos programados para identificarlos. También de forma innata, los bebés rechazan el sabor ácido y el sabor amargo, ya que en la naturaleza pueden significar “toxinas, peligro”. Sin embargo la preferencia por el salado se desarrolla postnatalmente a partir del 4to mes de vida, directamente en relación con la exposición a dicho sabor. Estas preferencias se van modificando y diferenciando a medida que el niño va creciendo, y en función de la exposición que tenga a diferentes alimentos. La exposición temprana a la sal determina las preferencias posteriores, por eso no es conveniente dar alimentos con sal agregada durante la incorporación de la AC. Las texturas que se ofrecen al bebé son también muy importantes. Las habilidades motoras de masticación se desarrollan muy tempranamente y de forma independiente a la erupción de los dientes, es decir que las habilidades para masticar comienzan mucho antes de tener dientes. El introducir la AC mientras se amamanta contribuye al buen desarrollo oral motor (que influirá posteriormente en el habla, la respiración y la masticación); introducir la AC demasiado pronto podría alterar los músculos de la cavidad oral. La eficacia de la masticación se sigue desarrollando hasta los 24 meses, pero los cambios más importantes se dan entre los 6 y los 10 meses con la introducción de texturas sólidas. El desarrollo de las preferencias por diferentes texturas ocurre en paralelo al desarrollo de dichas habilidades, y el rechazo de determinadas texturas sucede por la dificultad de manejarlas en la boca, en general por un abuso de las papillas. Un niño aceptará y disfrutará alimentos con diferentes texturas, cuanto más pronto haya sido expuesto a texturas más variadas; deberían ofrecerse alimentos con diferentes texturas a partir de los 6-7 meses, si el niño esta listo para la AC.
Cómo ofrecer

La exposición repetida a los alimentos incrementa su familiaridad y disminuye el rechazo, hay mecanismos muy interesantes de aprendizaje que gobiernan este fenómeno. Para que un alimento se acepte puede ser necesario ofrecerlo muchas veces (hasta 8). Se ha visto que la incorporación de alimentos antes de los 7 meses casi no causa rechazos, los bebés son más abiertos a nuevas experiencias, incluso a alimentos con sabores muy pronunciados; el comienzo de la AC es el período más favorable entonces para ofrecer vegetales y aumentar su posibilidad de aceptación. Por ejemplo, un niño de 2 a 7 años aceptará más frutas y vegetales, cuanto antes estos hayan sido introducidos durante el período de transición. La exposición a una gran variedad de alimentos favorecerá la apertura hacia nuevas experiencias más tarde en la infancia y en la edad adulta, y la lactancia materna influye positivamente en este fenómeno; un bebé amamantado y al que se ofrecen alimentos variados tendrá gustos más variados en el futuro. La aceptación de un alimento va a determinar la aceptación de otros similares en sabor o en textura, es así que la oferta repetida, sumada a la variedad de oferta, incrementará la posibilidad de aceptación de muchos otros alimentos “aún por probar”, y hará que el bebé y luego el niño, estén preparados para nuevas experiencias.
La auto alimentación del bebé (“self-feeding”) es crucial para el aprendizaje temprano de qué y cuánto comer. Se ha observado que los bebés que se alimentan ellos mismos tienen un menor índice de masa corporal en la infancia, a diferencia de los alimentados con cuchara o con papillas (“spoon-fed”), que tienen mayor prevalencia de obesidad infantil. De hecho se ha estudiado que bebés que toman biberón a los 12 meses tienen mayor tasa de obesidad, ya que regulan menos la ingesta de calorías, por un consumo excesivo (ya que el biberón se toma muy rápido). Los bebés de entre 4-11 meses tienen una gran capacidad de auto-regulación de su ingesta, capacidad que disminuye luego del año. Esto significa que las prácticas durante el comienzo de la AC determinarán el estilo de alimentación en el niño, y que si se respeta la auto-regulación del bebé, será menos probable que sufra de obesidad posteriormente. El “baby lead weaning” (BLW) o alimentación complementaria dirigida por el bebé o a demanda, es un método natural en el que se deja que el bebé coma lo que quiera cuando quiera, solo poniendo a su alcance alimentos saludables en trozos para que coman con sus manos. Se ha demostrado que los bebés en los que se introdujo la AC con BLW tienen luego una menor masa corporal y desarrollan preferencias por alimentos más saludables (carbohidratos) mientras los alimentados con papillas tendrían mayor IMC y desarrollarían preferencias hacia alimentos dulces (superfluos). El BLW es una opción posible para la mayoría de los bebés, pero podría causar problemas nutricionales en bebés retrasados en su desarrollo.
La
interacción padres-bebé es uno de los parámetros de mayor importancia en la determinación de las preferencias y el estilo de alimentación posterior, ya que serán el
modelo a seguir, y por ser los proveedores de alimentos: en la primera infancia los niños comerán lo que se les ofrezca, reducir la
disponibilidad de alimentos superfluos puede ser una buena estrategia, pero siempre recordando que una
restricción marcada puede aumentar el interés en dichos alimentos.
Paula Varela Tomasco, es socia de Sina y madre de Gael (1 año).
Doctora en Tecnología de Alimentos, Investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Especialista en propiedades físicas y sensoriales de los alimentos y su influencia en las preferencias.
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