Carta abierta a la S.E.G.O.: La tolerancia de lo inaceptable. Por Jesusa Ricoy-Olariaga

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Publicado por Jesusa Ricoy-Olariaga en su blog.

Amanecía mi día de hoy con un puñetazo en el estómago en forma de viñeta zafia, plantada en mi Iphone a través de una denuncia de la Asociación «El Parto es Nuestro». El dolor, la rabia y la incredulidad que he sentido son indescriptibles.


Entre varios de los trabajos que desempeño en relación con la maternidad, está el de escuchar a madres a las que sus partos les cambiaron la vida para peor, para infinitamente peor. En la gran mayoría, digamos un 95% de las llamadas, los emails y las charlas que mantengo, este sufrimiento (a veces físico, a veces emocional, y a menudo ambos), ha sido causado por la atención o el trato recibidos durante el embarazo y el parto.

Las situaciones que estas mujeres describen, a veces sólo pueden ser comparables a un relato de una víctima de tortura, un secuestro o similar, en definitiva a lo que contaría alguien desprovisto de su identidad, privado de dignidad, humillado y tratado con muy poca o ninguna humanidad.

La humanidad en este contexto es eso que nos hace reconocernos en el otro y que por lo tanto nos hace saber cuándo hacemos daño y nos obliga a dejar de hacerlo: sentimos compasión. El problema es que al sentir compasión, hay alguien que se encuentra en una situación de poder frente a otro. Hay una víctima.

Hay varios experimentos citados hasta la saciedad como el de Milgram (1) y el de Zimbardo (2) y conceptos como el de «banalidad del mal» (3), que explican comportamientos extremos que ocurren cuando se traslada nuestra autoridad a otro o a un sistema organizado, la capacidad de ser malos cuando nos convertimos en ejecutores y dejamos de ser autores.

Ustedes dirán que exagero con mis comparaciones y referencias, pero cuando las mujeres me cuentan que al llegar a una maternidad para dar a luz se les da una bolsa para que metan todas sus pertenencias y a continuación se les entrega una bata igual a todas las otras mujeres, cuando se les rasura el vello púbico, se las hace defecar, se expone su zona vaginal con la puerta de la habitación abierta, cuando se habla de ella y no con ella, cuando se le gritan ordenes y no se le escucha, cuando se la separa de sus seres queridos, sólo hay ciertos sitios y situaciones que se me antojan comparables.

Pero además escucho sus llantos, su falta de aire al recordar cada olor, cada gesto, cada palabra que se les repite una y otra vez, escucho que les duele la vagina y sé que la vagina es nuestro centro, nuestra identidad y nuestra fuerza y oigo en su voz que les duele el alma. Les aseguro que no me río, no sólo no me mofo, sino que su dolor entra en mi día y en mi casa, y lo llevo conmigo de alguna manera para siempre.

Les podría contar muchos casos, pero por respeto a estas mujeres sólo les diré que a menudo y refiriéndome tan sólo a practicas como el abuso y mal uso de fórceps y las episiotomías innecesarias, dejan ustedes a una lista infinita de mujeres incontinentes, avergonzadas, asexuadas, aniñadas, mutiladas, heridas y vulnerables.

Hay mujeres que se divorcian, pierden el trabajo y están gravemente afectadas psicológicamente por cómo fueron tratadas durante sus partos. Estas mujeres además cuidan de sus bebés; a veces entre lágrimas, a veces desconectadas de ellos y a menudo con un montón de sentimientos encontrados.

El dolor del que hablo, entiendo que no tiene un culpable y tal y como se «explica» en los experimentos anteriormente citados, el culpable de semejante dolor es ese sistema organizado que crea protocolos que acaban ajusticiando a aquellos a los que pretendían salvar. Hasta podríamos culpar a la iatrogenia, si necesitáramos excusas.

Pero el puñetazo en forma de viñeta, de la mano del Dr. Server. El «toque de humor» de la gaceta que publica la S.E.G.O., va más allá y es simplemente inaceptable.

Lo que ustedes han hecho es reírse de sus victimas y sin compasión, es abuso de poder.

La forma de dibujarse a sí mismos y a las mujeres para las que trabajan es la peor de las violencias, es el mayor de los maltratos. Es reírse del que sufre tras hacerle sufrir. Es carecer de humanidad. Es cobarde. Es feo.

Pero así de esta manera tan vulgar y zafia se ofrecen por fin en la más absoluta sinceridad. Lo han conseguido, por fin se puede decir alto y claro que es sistema de atención al parto en España es una vergüenza. Y les aseguro que a mí esto no me hace ninguna gracia.

Ya está bien. La agresión es también reírse de ella y permitirla. Si seguimos aceptando lo inaceptable, además de victimas,  seremos verdugos.

Jesusa Ricoy Olariaga

Referencias:
(1) http://es.wikipedia.org/wiki/Experimento_de_Milgram
(2) http://es.wikipedia.org/wiki/Experimento_de_la_c%C3%A1rcel_de_Stanford
(3) http://es.wikipedia.org/wiki/Banalidad_del_mal

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